Yo me llamo Nadie, Nadie me llaman todos.
¡Asuca!
Yo me llamo Nadie, Nadie me llaman todos, alude a la figura griega de Odiseo, héroe llamado Ulises por los romanos, cuando enfrenta a Polifemo y oculta su identidad para hallar una salida de la gruta donde estaba prisionero. Percibí una analogía entre el destino de este héroe y el de las figuras que resalto en esta propuesta, porque la necesidad de la supervivencia los llevó a adquirir la estrategia de la invisibilidad o terminaron siendo invisibles. El anonimato, ser nadie y sin embargo ser, fue una condición adquirida o impuesta a estos por las circunstancias en que se vieron envueltos sus proyectos de vida, tal como sucedió al personaje mitológico cuando dejó Ítaca, su isla natal.
En mi trabajo asumo la diáspora en el sector de la cultura artística y literaria, como representación de la cultura cubana, que forman parte del conjunto de valores, símbolos, tradiciones, entre otros atributos identitarios, sin los cuales no puede haber historia ni patrimonio posible.La idea del material con que están hechos los retratos, en sal y azúcar, es esencial para entender el sentido en que se oponen o se tensan estos dos elementos en la realidad y en la práctica, es hablar de una lucha o contraste. Del mismo modo, estos materiales cobran otro significado de índole cultural, por lo que ellos significan para nosotros y para el mundo, desde nuestra historia y naturaleza, como recursos propios, aun siendo universales. El azúcar, elemento nacido de la tierra, aunque no oriundo de Cuba, es reconocido y fuertemente identificado con nuestra cultura. La sal, elemento extraído del mar, tiene una fuerte relación con la historia de la humanidad como alianza entre culturas, pero también con el mar que nos rodea y nos hace isla. De aquí que en la construcción de cada retrato es como si hubiese estado elaborando mapas de mar y tierra, de lo propio y de lo ajeno, de lo singular y lo universal, del adentro y el afuera.
2013